Hoy, en el DIARIO EL PAÍS, viene un artículo interesantísimo sobre la noble profesión de Abogado. Tiene su base en el escabroso asunto de la defensa del asesino confeso de la chica sevillana Marta del Castillo, cuyo cuerpo no ha aparecido aún.
Se titula el artículo "Cuando los abogados del mal, hace el bien. Hasta el peor acusado merece un letrado. No todos aceptan defender a algunos criminales."
De la misma manera que un médico no debe dejar de operar a un enfermo para salvarle la vida, un abogado no puede dejar de defender a un cliente acusado de un delito. Pero la relevancia pública que pueda tener un pleito, la gravedad y hasta monstruosidad del delito imputado o los cambios en la declaración del cliente provoca en ocasiones la renuncia del abogado. Frente al derecho constitucional de defensa se levanta el interés profesional de huir de un caso que puede perjudicar el interés y la imagen del letrado.
La complicación de Miguel Carcaño, el asesino confeso de la joven sevillana Marta del Castillo, por encontrar quien le defienda, pone sobre la mesa las dificultades deontológicas con las que han de convivir en ocasiones algunos abogados del diablo.
"Un abogado de oficio o de pago nunca debería negarse a defender a nadie, y es igual que lo hayan designado o que cobre del cliente, por muy horrible que sea el delito imputado. Defender no es asumir los hechos, porque entonces el abogado se convierte en juez y esa no es su función", explica Mateu Seguí, con 38 años de ejercicio y que ha defendido a decenas de clientes difíciles.
Coincido plenamente con las manifestaciones del Letrado Mateu Seguí, en el extracto del artículo que reproduzco aquí. Defender no es asumir los hechos, porque entonces el abogado se convierte en juez y esa no es su función.
Todos tenemos un seleccionador de fútbol y un código penal dentro. Por eso, la función del abogado en casos como este es esencial para que el sistema democrático funcione correctamente. El Fiscal acusa con base en las pruebas que constan en los Autos Judiciales, el Abogado defiende, vigila el procedimiento, y el Juez, juzga, sentencia y aplica la sentencia. Cada uno tiene su papel, bien definido.
No carguemos sobre el Abogado con la responsabilidad de un resultado que no le compete a él dilucidar. Es a la Policía, al Fiscal a quien corresponden las pruebas de cargo y la petición de condena. Es al Juez, a quien corresponde la Sentencia.
El Abogado, gracias a los dioses del Olimpo, defiende, que no es poco.