Me acaba de suceder como en la escena del video. En casa probando unas aceitunas aliñadas. Al probarlas he volado inmediatamente a mi infancia y el recuerdo del sabor de las que aliañaba mi abuela. Es sorprendente como los sentidos nos pueden hacer felices en un momento.
La infancia es el cimiento de nuestra personalidad, es la base de nuestra forma de ser. Los recuerdos de la infancia, difuminados en nuestra memoria, escondidos en los archivos cerebrales, aparecen como por arte de magia cuando un estímulo los abre y, como en los ordenadores, se recuperan cuando nuestro cerebro los trae a la pantalla de nuestra memoria.
En fin, que en Grazalema se aliñan las aceitunas como nadie en el mundo y no sólo esto. La sierra del mismo nombre guarda tesoros que sólo, afortunadamente, podemos disfrutar los que la visitamos.
No pierdan la oportunidad de conocer Grazalema al menos una vez en su vida, y Jerez, claro.